Carlos Roque Sánchez
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PARENTESCOS IMPROBABLES. REALIDAD (Y 3)
(Continuación) En concreto en Grocio Prado.
Debido al cúmulo de desfavorables circunstancias familiares y sociales, el escritor decidió celebrarlos allí en una semiclandestinidad salvaguardada por algún que otro trabajador municipal, el alcalde que los casó y claro una cadena de favores que los posibilitaron.
Pero allí, en sus registros municipales, están ambos expedientes matrimoniales. En fin.
¿Cómo lo ve? ¿Imposible?, ya ve que no ¿Improbable?, pues que quiere que le diga algo sí. Poco probable quizás, pero es del todo cierto y real. Como la vida misma que ya sabe supera y en no pocas ocasiones a la ficción.
Lo contado nada tiene que ver con la leyenda francesa de hace unas semanas, y que como la mayoría de las leyendas urbanas son falsas. Nada que ver. Esto es real y bastante alejado del viejo aforismo taurino del siglo XX, “No puede ser y además es imposible”.
Del que dicho sea, es en realidad gabacho como la leyenda y del XVIII.
No obstante recuerde que le advertí. Puestos a utilizar un adjetivo, mejor el de improbable que el de imposible. Mucho mejor. Es preferible hablar de posibilidades improbables antes que de probables imposibilidades. Y me ciño a las pruebas.
Por último le he de confesar que he empleado de manera interesada el sustantivo casualidad para el casamiento entre Patricia y Mario, y el de coincidencia para el de Julia y Mario. Y es que me he acordado mientras escribía, de una de las frases de James Bond, el agente 007 con licencia para matar.
Por si lo se lo he contado se trata de mi héroe cinematográfico preferido y la frase a la que me refiero es en concreto la que en la película Goldfinger (1964) pronuncia, ésa de: “Una vez es casualidad. Dos, coincidencia. Tres, acción enemiga”.
En realidad, aparte de mi favoritismo bondiano, existe un vínculo entre el nobelero escritor y el novelero agente secreto.
Aparece en su novela "El héroe discreto" (2013), cuando uno de los personajes, Fonchito, le confiesa a su padre que mientras veía en los cines de Larcomar la última de James Bond junto a Chato Pezzuolo, de repente vio al señor Edilberto Torres. Y hasta aquí le puedo contar, que tampoco es cuestión de destripar el argumento novelístico.
Lo que sí le diré es que así como el santo de Loyola recomendaba en tiempos de tribulaciones no hacer mudanza, el escritor peruano nos propone una novela moral.
Y tres -decía Bond, James Bond-, vuelvo a Goldfinger, porque ya sabe que ambas sagas familiares, Vargas y Preysler, se van a unir. “Estando en el castillo de Windsor, Mario me ha pedido que me case con él...” confesó a la prensa con los primeros calores del recién pasado verano, una arrobada y novia Isabel. O sea.
Lo que bien pensado está bien y tiene su mérito. No en vano ella ya se ha casado tres veces, divorciado dos y enviudado una, y él se ha casado dos veces y divorciado otras tantas. Vamos, está más que bien.
De modo que lo único que procede es desear que se casen, que lo hagan de una vez. Lo digo porque ella no ha contestado aún ¿Por qué no?
Al fin y al cabo, cuántos en esta vida, al no saber que algo era imposible se pusieron manos a la obra y lo hicieron posible. Sí, seamos realistas, pidamos lo imposible.
Y del nuevo y probable enlace, que nos lo cuenten cuando lo consigan y en cuanto puedan. Bueno el cuánto ya saben que va vía portada y páginas centrales de Hola. O sea que.
Al fin y al cabo el escritor parece tener clara esta característica de la vida actual, al declarar no hace mucho que “la privacidad ha desaparecido, ya no existe”. Pues sí.
Para contacto personal: [email protected]
FUENTE: Enroque de ciencia












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