Gabriel Oliva Navas
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OFICIO DE HÉROE
Las Olimpiadas cobijan historias de las que sólo conocemos la punta del iceberg. El resto de hielo sumergido -oculto a la vista de las masas populares- esconde relatos verdaderamente apasionantes que invitan a la reflexión profunda sobre el esfuerzo, el sacrificio y la voluntad por conseguir tus sueños. Historias de verdaderos soñadores con oficio de héroe.
Julius Yego, era el cuarto de ocho hermanos de una humilde familia de granjeros. Nació en el área rural de Kenia, donde tenía que caminar durante ocho kilómetros descalzo para ir al colegio junto a sus amigos. Era un niño que jugaba a ser niño con vida de adulto; esculpiendo su propia vida a martillo y cincel, imaginando una vida mejor sin despreciar la suerte de la suya.
Desde muy joven se despertaba a las seis de la mañana para trabajar en las plantaciones de maíz y azúcar o echar un cable cuidando las vacas que su padre poseía. En sus ratos libres se retaba -junto a sus amigos- a lanzar grandes varas que confeccionaba con sus propias manos procedentes de árboles de la zona y que, precisamente, usaban para el cuidado de las vacas. 47 sorprendentes metros recorrió su primer lanzamiento -para la sorpresa de los allí presente- siendo un niño aún. Era el presagio de algo increíble.
Pese a intentarlo en otras disciplinas deportivas -no con mucho éxito- se decantó, en su adolescencia e influenciado por uno de sus hermanos mayores, por el lanzamiento de jabalina. Como no es difícil suponer, esta disciplina no era muy conocida en su país -realmente las únicas jabalinas que allí se lanzaban eran para la caza-; ni había tradición ni había profesionales cualificados que pudieran entrenar a Julius.
Sin embargo -de casta le viene al galgo- y su sueño era más fuerte que la escasez de sus recursos. La precariedad -por necesidad- hace al hombre más brillante, ingenioso y buscavidas. Y eso hizo Julius, viendo a sus grandes referentes -sus maestros virtuales- lanzando jabalinas a distancias imposibles en las Olimpiadas de Atenas 2004, decidió tragarse de un plumazo todo los vídeos -habidos y por haber- de YouTube de entrenamientos y competiciones de jabalinas. Visualizó a todos los grandes lanzadores -básicamente finlandeses, gran potencia de esta disciplina y donde posteriormente terminó entrenando- a través de una pantalla; mimetizando sus gestos y copiando sus entrenos, días tras días contra viento y marea.
A partir de entonces, Julius Yego pasó a ser para la comunidad deportiva, Mr. YouTube. El resto de la historia, un camino de éxito galopante, coronado con la consecución de la presea de oro en el Mundial de Pekín 2015 con una marca de 92,72 metros -cincuenta metros más que aquel primer lanzamiento de su infancia-. Fue la primera medalla que ganaba Kenia en una prueba de campo en los Mundiales de Atletismo-. Julius Yego llegará a Río como héroe, no como campeón.
El campeón es alguien que lucha por un ideal y todo el que se opone a él trata de destruirlo o dominarlo con su ego.
En contraposición, un héroe, no es más que un ser humano normal al que la vida le llama para afrontar una circunstancia extraordinaria. Trabaja en un nivel superior de consciencia y no se afana por convencer a los demás sino que aprende a luchar, tanto interior como exteriormente, para desafiar sus dificultades (2013, Diego Gutiérrez).
El resto de los mortales -como hizo Julius- día a día, tenemos que sobreponernos a dificultades que nos pueden crear cierto desgaste que te incitan al abandono o a la desidia en tus metas. Pero lo realmente importante en toda esta cuestión, es reconocer el proceso de aprendizaje que ocurre en la superación -o no- de estos desafíos cotidianos. El oficio de héroe no está reservado para grandes atletas, convertidos en leyendas, sino para el que se levanta todos los días con un único propósito: vencer sus propios miedos.
A continuación, te propongo ocho poderosas acciones para que te habitúes a realizarlas día a día con la máxima intensidad emocional que puedas desarrollar. Serán de gran utilidad para conseguir los resultados que te propongas:
1. Ten claro lo que quieres todos los días.
2. Acepta todas la situaciones, aunque sean negativas, pueden ser de un gran aprendizaje para el futuro.
3. Aprovecha todas las oportunidades interesantes que te brinde la vida. No dejes escapar el tren.
4. Comprométete en vez de sólo desear. Ten un compromiso firme y realista de tus metas a conseguir.
5. Ocúpate en vez de preocuparte. Preocuparse invita al pensamiento negativo, ocuparse a la acción.
6. Pon pasión y entusiasmo a cada cosa que hagas, por muy pequeña que creas que sea. Te ayudará a seguir caminando con pasión hasta tu objetivo final.
7. Sé agradecido con lo que has conseguido y confía en lo que vas a obtener.
8. Visualízate como ganador y hazlo.
Así que, cuando veas al joven Julius Yego lanzar en estas Olimpiadas, desde tu confortable sofá con el aire acondicionado a veintidós grados y la cerveza en tu mano, piensa detenidamente durante los segundos que vuela su jabalina, SI TÚ, REALMENTE, NO ERES CAPAZ DE CONSEGUIR TUS SUEÑOS.












Olga | Jueves, 01 de Septiembre de 2016 a las 12:44:47 horas
Muy buen artículo. Cuando se quiere algo de verdad hay que luchar por ello. Los triunfos más dulces son aquellos que se consiguen con esfuerzo
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