Gabriel Oliva Navas
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DE MAYOR QUIERO SER COMO MI HIJO
Y es que la obesidad infantil y el sedentarismo en edades tempranas se han convertido en un serio problema en nuestro país y en el mundo. Las instituciones y gobiernos poco ayudan en este sentido, eliminando especialidades como la Educación Física en la docencia o relegándolas a asignaturas de desecho y poca influencia en el currículo escolar. La consecuencia: niños y jóvenes más obesos, más sedentarios; niños apéndices de consolas y ordenadores.
La familia de forma integral, tiene un papel definitivo para revertir esta situación y crear niños más sanos, sociables, ágiles, fuertes, seguros y con mayor autoestima. Es fundamental generar un ambiente saludable, dando un claro protagonismo a la actividad física y a los juegos populares (sí, esos que se jugaban en la calle). Y además predicar con el ejemplo. Es sabido que el vínculo emocional entre padres e hijos a edades tempranas es infranqueable y de una potencia descomunal. Son hilos invisibles que sujetan las relaciones afectivas entre ambos. Por tanto, se convierte en un canal, principalmente unidireccional, en el que el niño recibe a pecho descubierto las informaciones de su progenitor. Somos faros en sus caminos.
Pero, ¿queremos ser sus faros o ser la luz que se desprende a través de ellos?
Frente a la pobreza existente en el marco educativo de la Educación Física, se han posicionado las actividades extraescolares deportivas y predeportivas colapsando la agenda de nuestros hijos hasta equipararla a la de un adulto, pero sin la fortaleza mental y física de este. Queremos convertir a nuestros hijos, en los próximos Messis, Nadales, Belmontes, Noyas. Y en otros casos, mantenerlos ocupados, desentendiéndonos de los perjuicios que pueden causar ciertas actividades, mal entendidas como deportivas, en ciertas edades.
Hay que tener especial cuidado con las actividades que elegimos para nuestros hijos y no pretender hacer de ellos una versión beta y frustrada de nosotros mismos. El niño como tal debe jugar y sólo eso. Sin embargo, debemos tener claro cuándo debemos contemplar el acercamiento al deporte, es decir, a qué edad podríamos establecer la iniciación deportiva (si esto se produce por deseo de los infantes y no de sus padres). Se recomienda que la iniciación debe establecerse de acuerdo con el nivel y exigencia del deporte elegido. El aprendizaje del deporte seleccionado puede realizarse de forma óptima cuando la madurez del niño es suficiente para adquirir ese aprendizaje. Aunque, ese aprendizaje depende de muchos factores y existen diferentes puntos de vistas contrapuestos, se puede afirmar que a partir de los 8-9 años los niños tienen la suficiente y necesaria educación psicomotriz para poder ir iniciándose en un deporte concreto.
Por otra parte, es fundamental que la elección del deporte se efectúe en base a las cualidades, habilidades y la propia constitución del niño. Debemos hacer un acto de madurez y dejar de lado nuestros anhelos y deseos personales, haciendo una labor orientativa y convirtiendo este proceso en algo cercano a lo lúdico, evitando sufrimientos y sacrificios gratuitos. Respetaremos sus preferencias deportivas, no las nuestras. A pesar de que fuiste en tus tiempos de gloria un buen futbolista, tu hijo no tiene las cualidades físicas necesarias para ese tipo de deporte. Sin embargo, sí posee grandes virtudes para la natación.
La orientación deportiva se debe efectuar, como decíamos, en función de las características del principiante (motivación, aptitudes físicas…) El desarrollo de la carrera deportiva en función de la motivación se produce en tres etapas (Curand, M., 1991):
- familiarización o puesta en contacto con el deporte,
- fijación a la práctica del deporte (implica un espíritu más competitivo por parte del niño) y,
- especialización
Para que estos pasos se produzcan exitosamente, es fundamental que la tarea de orientación se lleve conjuntamente con un educador o técnico especialista que a partir de “tests” y pruebas varias (ver batería Eurofit) pueda hacer una valoración más exacta de las aptitudes física del niño.
La orientación en función de las características morfológicas, indica que es posible determinar la eficacia deportiva del niño mediante el estudio de los órganos: pulmones, músculos…
En este sentido, hay que tener presente que la mayoría de deportistas de élite nacen pero también se hacen. Hay niños que han mostrado mejores competencias en ciertos deportes que sus compañeros, pese a tener igual o peores cualidades, por una predisposición mayor y una estimulación correcta por parte de sus padres o educadores. También se produce el efecto contrario, niños que no presentan una predisposición en su etapa infantil y que sin embargo, a través de su propio proceso madurativo ha alcanzado un talento físico y mental óptimo para transformarse en deportistas exitosos.
En definitiva, la orientación deportiva debe efectuarse contando básicamente con las habilidades y factores predominantemente innatos del practicante, puesto que a través del entrenamiento podemos ser capaces de incrementar un 40% en la capacidad total del individuo. Por este motivo, es lógico, que el deporte sea el más acorde a las capacidades innatas del niño siendo el entrenamiento un optimizador de su rendimiento, no basando dicha orientación en costumbres, culturas o tradiciones familiares.
Antes de terminar y no por ello menos importante. El deporte de alta competición en edades infantiles entraña numerosos riesgos, a pesar de que partes interesadas como federaciones, clubes e incluso padres emiten juicios y argumentos a su favor. Podemos causar riegos físicos (óseos, articulares, cardíacos, musculares), psicológicos (ansiedad, estrés, frustración), motrices (pobreza motriz por la no realización de otras actividades físicas diferentes a la especialización) y deportivos (selección del deporte equivocado a causa de una mala orientación).
Así que todas las partes implicadas (técnicos, educadores, padres…) en la confección de esta orientación no deben tomarse a la ligera el proceso e hilar muy fino en este sentido para no causar daños irreversibles y acabar de un plumazo con la vida deportiva, que tanto hemos deseado, de nuestros propios hijos. Puede que tu hijo algún día te lo recuerde.
“Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre”. Enrique Jardiel Poncela.












Ramiro | Martes, 28 de Junio de 2016 a las 23:16:58 horas
Buen artículo.
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