Balsa Cirrito
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GILIPOLLOS Y GILIPOLLAS/ LIBERTAD SIN IRA
Entre los artículos de la Constitución de Cádiz de 1812 hay uno que siempre me ha parecido particularmente enternecedor: "El objeto del gobierno - dice - es la felicidad de la nación". Cada vez que lo leo sonrío con cierta suficiencia, pensando lo ingenuos que eran aquellos diputados de hace doscientos años que pensaban no sólo que un gobierno tuviera la obligación de hacer felices a los ciudadanos, sino, además, que tenía la capacidad de conseguirlo. Se ve que entonces no había Junta de Andalucía.
Mira que vemos desvaríos por el mundo, y por España no digamos, pero éste de la Junta lo voy a poner en el cuadro de honor, y sin duda, ocupará un lugar destacado en la lista de las gilipolleces del año. Me refiero, desde luego, a esa prohibición (recomendación, dice la Consejera) de utilizar en los colegios de Andalucía "padres", por padres y madres; "alumnos", por alumnos y alumnas, etc. Vamos, que en los colegios andaluces, a partir de ahora, habrá que pronunciar frases como: "cuando no esté presente el tutor o tutora, los alumnos y las alumnas, acompañados de sus profesores y profesoras tendrán que solicitar al director o directora la asistencia de su padre o de su madre...". Todo muy claro, según se ve. En fin, no me voy a detener mucho en demostrar que se trata de un engendro, pero me pregunto si sus perpetradores no se dan cuenta de cuánto se parecen estos preceptos presuntamente feministas a, por ejemplo, muchas disposiciones del franquismo más duro. Sí, sí, en los años más oscuros de la dictadura se instauraron unas normas léxicas que hoy nos parecen descojonantes, pero que entonces eran la bomba. Así, los periódicos evitaban la palabra trabajador, porque trabajador tenía unas resonancias muy izquierdistas y revolucionarias, y había que sustituirla por el término operario que no se sabe si es un currante o un tío que va a entrar en el quirófano. No se podía tampoco poner en el letrero de un comercio pierna de cordero, porque la palabra pierna podía traernos imágenes muy sexys a la imaginación (de hecho, yo que acabo de escribir pierna, me estoy soliviantando). Aunque mi favorita es la norma que impedía que si se daba un concierto de seis instrumentos de cuerda, se anunciase en los carteles como sexteto de cuerda, porque, ya se sabe, la palabra sexteto puede poner cachondo a un eunuco octogenario, de manera que cuando seis señores daban un concierto, en los carteles se leía "quinteto de cuerda". Evidentemente, las propuestas franquistas no terminaron triunfando.
En este caso, a los de la Junta les da igual que la Academia de la Lengua se haya manifestado repetidamente en contra de esa chorrada del lenguaje sexista, porque, venga, hombre, ¿qué pasa? ¿Que van a saber más cuatro vejarracos enmohecidos en las bibliotecas que todo un delegado (o delegada) provincial o incluso que todo un señor (o señora) consejero (o consejera)? ¡Quia! ¡Faltaría más...! Antes he mencionado al franquismo, pero a lo que realmente se parece esta norma es a la polémica del Creacionismo. Supongo que la conocen. En EEUU hay numerosos defensores del llamado Creacionismo, teoría que, inspirada en el Antiguo Testamento, sostiene que la evolución de las especies se produjo por voluntad divina, mostrándose los creacionistas en contra del evolucionismo de Darwin (digamos de paso, que la Iglesia Católica, en general, se ha desmarcado bastante de esta tendencia). Por supuesto, la mayoría de los científicos, incluidos los creyentes, no están de acuerdo con esta visión de los creacionistas. Sin embargo, en América existen importantes grupos de presión que pretenden que el creacionismo se enseñe en los colegios al mismo nivel que las teorías de Darwin. Como ven, exactamente igual a lo que ocurre en Andalucía. En los Estados Unidos, grupos religiosos, a despecho de lo que diga la ciencia, pretenden que se enseñe en los colegios lo que ellos opinan. En Andalucía, grupos de ideología feminazi, a despecho de la ciencia, pretenden que se enseñe en los colegios lo que ellos opinan.
En España, al final, todo termina teniendo aire de sainete. Particularmente, lo que nos viene del exterior, y en cualquier asunto se diría que nos despepitamos y nos creemos obligados a sobrepasar al resto del planeta. En nuestro glorioso país tenemos infinidad de personas que son de profesión progresistas, y que parece ser que se toman la obligación moral de presentarse todo el día, a todas horas, en todas las situaciones, como una especie de superhéroes de la ética ciudadana o algo así que no termino de entender. A cambio, ejercen una inquisición moral sobre todo aquel que no profese ciertos valores, valores, que, incluso, a menudo no son compartidos ni siquiera por aquellos que los defienden. Explico esto último que me ha salido bastante confuso. En el caso que nos ocupa, conozco a muy poca gente que esté de acuerdo con la historia ésta del lenguaje sexista, prácticamente a nadie. Y eso que no me muevo precisamente entre círculos de gente conservadora. Pero, digámoslo claramente, casi nadie tiene narices de decirlo en público. Sencillamente se acoquinan ante la maquinaria. Porque cualquiera que no se muestre suficientemente progresista, es masacrado (pero masacrado de verdad) y arrojado al cementerio de los carcas.
Si digo la verdad, siempre he creído que la labor de la Junta en materia educativa era esencialmente positiva. Hasta ahora. Pero en este caso voy más allá. Aunque yo estuviera de acuerdo con el desafuero éste de la eliminación del lenguaje sexista, seguiría estando en contra de que se impusiera en los colegios. ¿Quién se cree con derecho a decir a los demás lo que tienen que pensar? ¿No se dan cuenta que ese es el germen de cualquier autoritarismo? Cada cual tiene derecho a ser machista, feminista, puritano, libertino, vegetariano o lo que le venga en gana, y cualquier movimiento de la escuela en contra de las tendencias de cada uno no deja de ser una inquisición: la Inquisición no es lo que se diga o se deje de decir, sino la obligación de decir o dejar de decir. Por eso estamos como estamos. Todos quieren utilizar la escuela en su propio provecho o ideario (los nacionalistas en este apartado son unos cracks), y cada vez que cambiamos de gobierno cambiamos de ley educativa. Parece mentira que tengamos que decirlo a día de hoy, 9 de abril de 2016, pero queremos, quiero, libertad, libertad, libertad. Y, sobre todo sin ira, que esto último, la ira, es lo que nos pierde.
PD. Queridos lectores, me van a permitir que me tome un descanso de algunas semanas en esta página. De vez en cuando hay que aparcar un rato, porque, en realidad, tampoco creo tener tantas cosas que decir. Así que marcho a un retiro espiritual en el Himalaya, a un monasterio budista en la cara norte del Annapurna. Un gran sitio. Además, tengo entendido que ponen muy bien allí el arroz basmati con pollo tikka massala. No se puede pedir más, ¿no?












The Joker | Martes, 19 de Abril de 2016 a las 14:12:10 horas
Yà, muy instructivo doña Marta, pero es que yo no soy de izquierdas, asì que su teoria se derrumba como castillo de naipes, marcados claro. Yo tambien podrìa decir: -creo en la igualdad de todos los españoles, incluido cualquier figura monarquica. -creo que todas las personas tienen derecho a escuela, sanidad y ayudas, incluso los refugiados. -creo en que haya justicia para todos los represaliados de la dictadura y tengan un entierro digno. -creo en la empresa pùblica, mientras no estè dirigida por corruptos o ineptos -creo en la empresa privada, que cumpla un objetivo social. -nunca dirìa que soy de izquierdas si albergase ideas de derechas. YO NO SOY COMO MARTA.
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