Balsa Cirrito
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NADA QUE HACER
No puedo decir que reciba el año con buen ánimo. Durante todos estos tiempos de crisis - y quienes se hayan molestado en seguirme lo saben bien - he sido en general optimista. Incluso en los momentos más duros, aquellos en los que, por citar una expresión feliz de Jordi Évole, "el mundo parecía que se iba a acabar durante el telediario", he creído que había que mirar al futuro con esperanza. Después de las últimas elecciones, dimito de mi optimismo, me paso al lado oscuro y le doy los buenos días a la tristeza, poniendo cara de Schopenhauer. Cuando un país decide suicidarse, no hay nada que hacer.
Podemos alcanzará inevitablemente el poder, troceará España en un número de estados por determinar, pero que puede estar entre cinco y veinticinco, arruinará la economía para los próximos cincuenta o cien años y le echará la culpa al gran capital y al imperialismo de nuestra pobreza. Nuestras vidas y las de nuestros hijos ya están marcadas. Es un guión inexorable, y no creo que podamos hacer nada para evitarlo.
¿Qué cómo lo sé? Pues porque veo en los podemitas esa fría determinación de los revolucionarios antiguos; la de aquellos a los que les da igual ser minoría porque saben que la principal religión de la sociedad es la indiferencia, y saben que aquellos que se muestren inflexibles y cansinos, aquellos que tengan pocas ideas pero muy fijas, terminarán triunfando. Más o menos es el guión de los independentistas catalanes. Hace diez o quince años no llegaban al veinte por ciento. Ahora, ya ven.
Los podemitas obviamente son muy monótonos. Observen como su discurso es siempre exactamente el mismo, ya se hable de economía o de la Liga de Fútbol Profesional. Son tan contradictorios que sólo con un ejercicio improbable de esquizofrenia se pueden conciliar los innumerables absurdos que cobijan. No voy a hacer una lista porque es muy larga y porque, en realidad, al podemita le da lo mismo. El buen podemita siempre sacará a relucir la corrupción y la casta, por más que entre ellos haya ejemplos de casta como para aullarle a la luna durante una semana.
Nos podemos recuperar de un mal gobierno del PP o del PSOE (o, si lo hubiera, de IU o de Ciudadanos) porque, por mal que lo hagan y por muchos corruptos que haya en sus filas, siempre guardan, como partidos, un sentido del estado y un deseo sincero de mejorar la situación. Podemos no quiere mejorar la situación, quiere sencillamente destruir nuestro modo de vida, no sé si por ingenuidad, por estupidez o por haber visto demasiadas películas de Ken Loach. ¿Son tan ingenuos que de verdad creen que van a cambiar el capitalismo? ¿Se imaginan que cuando ellos gobiernen no habrá corrupción? ¿Piensan que una economía subvencionada fomentará la honradez cuando la experiencia nos dice todo lo contrario?
En fin, para qué seguir. Podemos pone como condición para gobernar en coalición un referéndum para Cataluña, apoyando al etnocentrismo racista y fascistoide de la esquina peninsular. Se podría pensar que cualquier votante de Podemos de Andalucía, de Valencia o de Galicia mandaría a tomar viento a un partido que pasa tan olímpicamente de ellos, y que considera que son más importantes los delirios insolidarios catalanes que - por poner un ejemplo - el paro en la provincia de Cádiz. Sin embargo, esos votantes (o al menos eso dicen las encuestas) parecen encantados de que pasen de ellos y prometen incrementarles su apoyo.
Como digo, nada que hacer.
Este fue un gran país mientras duró. Sic transit gloria mundi.












Curro Jimenez | Martes, 12 de Enero de 2016 a las 20:43:13 horas
No, si no me extraño, lo de sacar el tema de Venezuela, o Cuba o Korea, cada vez que se habla de la corrupciòn sistematica de un gobierno o de un partido politico concreto, para cambiar de tema, ya que no se tienen argumentos con los que defender lo indefendible. Yà està cada vez más claro que aqui hay articulistas y comentaristas a los que no parece gustarle mucho hablar de ciertos temas. Y en el tema de la monarquia pareciera que en pleno siglo XXI aùn existiese la figura del palafrenero o del palanganero real, dispuestos a todo servilismo con tal de justificar al tiralevitas del dictador.
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