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Jueves, 26 de Noviembre de 2015

Mirando hacia otro lado

Ante la violencia de género todos o casi todos miramos hacia otro lado, nos volvemos sordos y no queremos responsabilizarnos de la lenta muerte que vive la mujer que padece violencia de género y sus hijos.  Ayer, 25 de noviembre, lo pudimos ver con la  foto fija de nuestros representantes políticos en la puerta del Ayuntamiento, guardaban un minuto de silencio y poco más.


Con la verdadera historia de María quisiera hacer visible la violencia de género que también tenemos en nuestro pueblo, Rota.  Detrás de aquellas caritas hay una historia de dolor y violencia. Jesús y Nazaret, hijos de María, (nombre ficticio) son dos niños maravillosos  de 6 y 4 años. Jesús siempre tiene una sonrisa en sus labios y se siente un niño mayor. Nazaret, pequeña y frágil, siempre me recibe con sus bracitos abiertos y con un gran hola. Su inocencia me trae la esperanza de que aún haya un futuro para ellos y su madre.


Hacer visible la historia de María me produce taquicardia y un infinito dolor, pero sobre todo miedo a no poder transmitir todo su calvario desde el mayor respeto hacia su persona y a todas aquellas que en algún momento hemos   padecido la violencia de género.


Siempre ha sido violento, me contaba María. No era la primera vez que me pegaba, pero aquel día me cogió desprevenida, tiro mi móvil por la ventana y sacó los cables del teléfono fijo de la pared, me dejó incomunicada. Comenzó a destrozar todo lo que estaba a su alcance, me llevó hacia el dormitorio, golpeándome  con fuerza y  diciendo que iba a matarme, los golpes se hundían en mi cara, en mi vientre y en todo mi cuerpo. Podía oír los gritos de mi niña, y ver la carita de miedo de mi hijo que se acercaba  donde yo estaba gritando que me dejara.  Él, “con gran fuerza y sin dejar de golpearme, le dijo, cállate o te tiro también a ti por la ventana, pero fue mi hijo quien fue hacia la ventana y gritó y gritó, "mi padre le está pegando a mi madre y quiere matarla".


Mi cuerpo estaba tan dolorido que casi no podía sentirlo ni moverme, mi cara estaba morada, mi encía rota y mi nariz sangrando. Cuando el médico me auscultó apareció un colmillo que con los golpes se había caído. La casa destrozada las paredes y las ropas llenas de sangre.  Pero lo que más me preocupaba eran mis hijos, tan pequeños y sufriendo tanto dolor.

 

El miedo, su autoestima y la gran preocupación por sus hijos continúan, sufre de ansiedad y estrés, aún tiene pesadillas y muchas noches no puede dormir. Pero la historia de María no termina aquí. No tiene medios suficientes para poder recomponer su vida, superar el miedo, el dolor y la agoniosa espera de aquel hombre que algún día saldrá de la cárcel.  Porque vivir en los márgenes tiene un agravante, la falta de trabajo no poder tener las necesidades más básicas cubiertas y sobre todo, unos cuidados paliativos que le ayuden a salir con dignidad del sufrimiento y la superación de los recuerdos.

 

Ahora, María está esperando una orden de desahucio, en diciembre, aún no sabe donde irá ni qué será de ella y sus hijos. Desesperada por su situación fue a hablar con la delegada de Servicios Sociales para pedirle ayuda. Según María, la respuesta de la delegada fue que buscara una casa y le hicieran un contrato. Servicios Sociales le pagaría tres meses y ella se tendría que buscar la fianza. Y  yo me pregunto, ¿quién le hará un contrato de arrendamiento a María, sin trabajo, sin nómina, ni nadie que la avale?. María me pregunta, con un miedo que se puede tocar, que será de mí y mis hijos.


Me imagino, le respondo, que Servicios Sociales o quien corresponda te dará una respuesta positiva, ya que según los nuevos políticos que nos gobiernan y en especial la delegada de Servicios Sociales, lucha para  que nadie se quede sin  hogar después de un desahucio.
María me sonríe y calla.


¿Qué alternativas hay para María y sus hijos? ¿Qué recursos económicos a parte de tres meses de contratación por exclusión social hay para María y sus hijos? ¿Qué ayudas psicológica o terapéuticas de forma continuada hay para superar la violencia que han sufrido María y sus hijos? ¿Tendrá María y sus hijos una casa después del desahucio? ¿Alguien puede responderme a estas preguntas? Y a otras muchas más.

 

No es suficiente la foto de nuestros gobernantes, ni el minuto de silencio por cada palo, muerte o humillación. Mirad de frente la violencia  de género y disponer de recursos al alcance de las mujeres que mueren moral, y psíquicamente, enterradas en el miedo. Guardad silencio sin parafernalia por la pérdida de cada una de ellas, porque ellas también somos nosotros/as.

 


Rosa María Castellano Márquez
 

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