Balsa Cirrito
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IL PARTITO RADICALE NON FA MALE/ VOTA P.I.E.
Es curioso, pero el partido político que más he admirado fue uno no inexistente, pero sí un poco imaginario. Hablo de los años ochenta y del Partito Radicale (PR) italiano. Por aquellos felices días no teníamos internet, y las noticias que conocíamos eran las que leíamos en la prensa (o sea, en El País) y las que veíamos en alguno de los escasos canales de televisión a la sazón existentes. Leía yo por entonces con asombro las hazañas del Partito Radicale de Marco Panella, que en un país tan cuadriculado para estas cosas como es España, parecían casi sobrenaturales, tanto, que después de leerlas me quedaba embobado y deseando vivir en la bella Italia. El Partito Radicale, por ejemplo, acudía con representantes y observadores a los congresos del MSI, la formación neofascista italiana de Giorgio Almirante, lo cual le causaba la crítica y el desprecio de la izquierda. Pero al mes siguiente, los diputados del PR entraban en el Parlamento Italiano fumando porros gordos como chistorras para pedir la legalización de las drogas blandas, lo cual lograba que la derecha exigiera la horca para ellos. Hacían cosas aparentemente contradictorias, y eso era lo que a mí me fascinaba. Un día se los veía alabando la labor social de la Iglesia, y al día siguiente montaban un pollo enorme para pedir que se legislara el aborto en Italia. Quizás su momento más glorioso fue cuando presentaron a Cicciolina (1) como candidata al parlamento europeo, al que la porno star logró acceder como diputada; al mismo tiempo, para contraste, también presentaban en las listas al cantante Domenico Modugno, el intérprete de Volare, quizás la persona más querida de Italia y a quien todo el país veía como una especie de buen padre.
Yo, que lo que iba conociendo de ellos era esa serie de pinceladas, terminé por elaborar las ideas que suponía que sustentaba al PR. Es decir, un partido en el que la ideología no fuera un bloque inamovible, tan inmutable como las piedras de las pirámides, sino algo vivo, cambiante, impredecible. Sobre todo lo de impredecible me encantaba. Los radicales se planteaban cada problema por separado, sin pensar lo que se esperaba de ellos o lo que imaginábamos que debían hacer según posicionamientos anteriores. De resultas, nunca se sabía por dónde iban a salir.
En España los partidos son cualquier cosa menos impredecibles. Exceptuando quizás al PSOE (en contadas ocasiones) y ahora parece que un poco Ciudadanos (aunque en estos últimos lo mismo sólo se trata de inconcreción), no hay nada más fácil de profetizar que las respuestas de una entrevista con un político español. Encontramos en un periódico una interview con Aznar o con Julio Anguita, y el hecho de leer las respuestas resulta inútil: nos basta con mirar las preguntas, porque lo que van a responder lo sabemos de antemano. O más aún, leemos una entrevista de cualquiera de los dos de hace veinticinco años, la colocamos de extranjis en un periódico actual, y nadie nota la diferencia.
Entiendo que esto es todo lo contrario de lo que llamamos progresismo. El mundo cambia; ¿qué digo cambia? El mundo corre desbocado. Veinte años de nuestro tiempo suponen más variaciones que doscientos en la Edad Media. Sin embargo, vemos a muchos dirigentes que no modifican sus posiciones un milímetro. A menudo se dice como elogio de algunas personas. “no cambió de ideas en toda su vida”; o “siempre permaneció fiel a sus doctrinas”. ¡Horror! ¡Siempre fiel a unas ideas! ¡No cambiar nunca! ¡La momificación!
Un par de ejemplos o, mejor dicho, de futuribles. Imaginemos que Corea del Norte, ese estado absurdo dirigido por un déspota chalado, se halla al borde de un ataque nuclear a Corea del Sur. El peligro es inminente. El mundo aguanta la respiración. En ese momento trascendental, los Estados Unidos intervienen por medio de un ataque militar sorpresa, se cargan el poderío nuclear norcoreano y derrocan a su amado líder. La actuación americana sería sin duda alguna necesaria y positiva, pero podemos dar por inevitable que si Julio Anguita la comentara, hablaría del “imperialismo yanqui” y de que había que haber buscado “una solución negociada”, cosa esta última que las bombas atómicas suelen agradecer bastante. Otro futurible, éste del lado opuesto. Podemos fantasear con lo siguiente. Imaginemos que los cubanos anuncian de improviso que han descubierto un remedio para todos los tipos de enfermedades cancerígenas, un auténtico milagro de la medicina que, además, ponen a disposición del mundo entero, porque no piensan cobrar royalties, que para eso son revolusionarios. Estamos razonablemente seguros de que si a Aznar le preguntaran por el asunto de los investigadores cubanos, respondería con frases del tipo: “habrá que ver ese medicamento, porque ya sabemos cómo son los médicos cubanos y muchos recordamos lo que hicieron en Angola”. Como se ve, todo absolutamente previsible.
Hablaba al principio del Partito Radicale. En realidad, lo reconozco, sus ideas no eran exactamente las que yo me imaginaba, ya que, ante la carencia de información, yo las embellecía bastante, y, en todo caso, los italianos se cansaron un poco del espectáculo constante que ofrecían, y el partido se disolvió y se transformó, quedando sus restos agrupados en la coalición Rosa nel pugno que, por cierto, tomó como referente a José Luis Rodríguez Zapatero.
Ojalá en España algún día se fundara el Partido Imprevisible. Un partido del que no supiéramos cómo iba a reaccionar ante los nuevos retos que el mundo plantea cada día. Que nos sorprendiera con frecuencia. Que creara. Que no repitiera clichés del pasado y cuyos líderes, por ende, dieran la sensación de que se dedicaban a pensar en vez de a recitar consignas del repertorio. Que ejerciera el liderazgo sobre unos ciudadanos con cabeza, no sobre un rebaño de clones. Además, un Partido Imprevisible Español (cuyas divertidas siglas serían PIE), resultaría una paradoja constante. El resto de los partidos sabemos lo que van a hacer cuando se encuentran con un problema gordo, porque sabemos que harán lo contrario de lo que han prometido (todos prometen que bajarán impuestos y todos los suben; todos prometen que descenderá el precio de la energía y la luz siempre es más cara; todos prometen que acabarán con la corrupción y… Y mejor no decir nada). Con PIE no habría promesas, lo cual significaría que, al menos esa, sería cumplida. Además, es casi seguro que PIE no hablaría nunca de la Guerra Civil.
Ah, PIE, ¡qué partido!
(1) Para quien no lo recuerde, Cicciolina era una actriz porno, famosa primero en Italia y luego en el resto del mundo, y que en todos sus mítines terminaba enseñando los pechos, lo cual, desde luego, lograba que éstos estuvieran abarrotados (los mítines, no los pechos).












ADR | Viernes, 30 de Octubre de 2015 a las 21:40:44 horas
A mí me parece que el golpe de estado podría haber tenido sus motivos, las salvajadas que se cometían en la república y el desgobierno de un partido pro comunista así lo presagiaban. La transición a la democracia fue modélica pues todos los partidos aceptaron y firmaron la Constitución incluyendo el P.C. de Santiago Carrillo. Los comentarios de algunos tan repetitivos hacen que se les conteste con cierta dureza.
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