Balsa Cirrito
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CAMBIO DE RÉGIMEN
Un alcalde debe marchar con honor, y honorablemente debe ser despedido por los ciudadanos. Nos puede gustar o no su gobierno, pero el reconocimiento a los afanes, a los malos tragos y a los sinsabores que conlleva un cargo de esta naturaleza, nos obliga a rendir un homenaje a la persona que los ha padecido; más aún en alguien como Lorenzo Sánchez, a quien estos escollos parece que han afectado de manera extremada. Por ello, señor alcalde, reciba mis saludos, mi aprecio y mis consideraciones.
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Aunque también es cierto que a la hora de la despedida el alcalde debe realizar el máximo esfuerzo para que ese reconocimiento sea unánime. Olvidar batallas pasadas y partidismos y remitirse a los esfuerzos conjuntos.
Y ahí el alcalde no ha estado fino. No. Porque, para qué vamos a engañarnos, toda la historia de su dimisión ha sido llevada con – vamos a ser benévolos – escasa pericia. La negación del rumor, el anuncio del adiós en una entrevista exclusiva a un medio amigo, el farol sobre la primera piedra del centro de salud; todo ha sido bastante evitable. Y cada día que pasa parece que el asunto empeora. En su primera rueda de prensa Lorenzo se ha lanzado a un socialisticidio desesperado, como esperando matar muchas piezas con las últimas balas (muy pocas, por cierto) que todavía le quedan. Se diría que el todavía alcalde quiere poner en práctica (¡y de qué manera!) la famosa máxima: después de mí, el diluvio.
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Al alcalde le está faltando cuajo, y esa mano izquierda que en sus buenos tiempos manejaba como nadie. Da incluso la sensación de que va construyendo el discurso según pasa el tiempo, y que dentro de dos meses resultará que no ha dimitido por problemas de salud, sino porque le echaron los socialistas. La enemistad del PSOE y de la Junta no es cierta. Y para demostrarlo ponemos de testigo a… Lorenzo Sánchez Alonso. Durante su primera legislatura tuve la oportunidad de entrevistarle para la televisión local. “¿A quién vota usted en las elecciones generales y autonómicas?”, le pregunté. Y Lorenzo respondió: “En las generales al PP, y en las autonómicas al PSOE, que lo está haciendo muy bien en la Junta, y que tiene un excelente trato con Rota”. No cabe añadir mucho más.
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Siempre me ha parecido un poco folklórica esa tendencia de los ayuntamientos a atribuirse todos los méritos cuando consiguen una inversión de otras administraciones, y a acusar a esas mismas administraciones de partidistas cuando no se les concede. Resulta esta actitud algo ventajista. Es como jugar a la ruleta del casino con una pelota de tenis. Lorenzo en su día realizó promesas por su cuenta que después no ha podido cumplir. Como casi todos, dicho sea de paso. Y ahora lo más fácil le parece echarles la culpa a los demás. Francamente, me gustaría ver a algún político (porque esto no es sólo un mal de Lorenzo) que dijera algo así como: “miren ustedes, he dicho que iba a hacer esto y lo otro, pero me he columpiado muy lindamente; porque una cosa es prometer trigo durante las elecciones y otra muy diferente cumplir lo prometido sin tener que poner cebada”. (Lo de cebada no es ninguna alusión a Jesús Corrales).
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Y lo peor de todo es que, encima, nadie te cree. Después de tantos dimes y diretes, la mayor parte de los ciudadanos de Rota se pregunta todavía cuáles son los auténticos motivos por los que se marcha Lorenzo, y muchos terminan por no creer, ni siquiera, la excusa de la salud (que, en mi opinión es la correcta). Para cerciorarse de lo que digo sólo hay que darse un par de vueltas por la población (excluyendo la Base Naval, claro está; parece que entre los americanos la dimisión de Lorenzo no ha generado mucho interés).
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Como decía Wiston Churchill (se habrán dado cuenta de que si no sé quién ha pronunciado una frase, se la atribuyo a Churchill con toda naturalidad), decía, pues, Churchill que: “hay tres clases de enemigos: enemigos irreconciliables, enemigos a muerte y compañeros de partido cuando se reparten cargos”. La marcha de Lorenzo es lógico que deje detrás un hermoso rastro de puñaladas traperas entre los miembros del equipo de gobierno. Sería lo lógico y lo humano. Es más, si no se producen esas puñaladas traperas, si todo marcha como la seda, si no se suscita ningún problema, es cuando tendremos motivos para preocuparnos. Entonces no habrá más remedio que pensar que son ciertos algunos extraños rumores que circulan.
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Sé que me estoy alargando, pero no me resisto. En sus últimos tiempos al frente del ayuntamiento, Felipe Benítez Ruiz-Mateos parecía el tutor de Oliver Twist. Siempre andaba con aspecto malhumorado, y a casi cualquier cosa que se le preguntara respondía con un gruñido. Tres o cuatro años después de dejar la alcaldía lo entrevisté para el canal 43, y era otra persona. Amable, simpático y casi todo el rato con una plácida sonrisa en los labios. O sea, que Lorenzo debería estar contento.












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