CÓMO ENCONTRAR TRABAJO

 

Uno es capaz de entender cierta desfachatez, un grado menor de desvergüenza, un puntito de aprovechamiento. Lo que cuesta trabajo admitir es la oficina de colocación, la agencia de influencias, el chiringuito no financiero en que se ha convertido el ayuntamiento.
Desde luego, si entramos en cualquier oficina municipal, creeríamos que habíamos llegado a una reunión de RRUU a la que se había invitado a algunos amigotes del PP. Al menos en Rota, nunca se había visto nada semejante. Se diría que nos encontramos ante los comensales de un banquete que luchan por llevarse los mejores bocados. El ayuntamiento es un botín, y tonto el que no pueda, parecen decirnos. Esto es nuestro y nos lo llevamos. Uno para ti otro para mí. Me lo quedo. Qué hay de lo de mi cuñado. Ese puesto para mi chica, que no le van bien los estudios…

Como dijo el conocido filósofo Vito Corleone: “Me es indiferente lo que hace un hombre para ganarse la vida”. Cierto, pero todo tiene sus límites, qué caramba. No se trata de hacerse el estrecho y de lanzar sermones de indignación ética. Los ciudadanos estamos dispuestos a tragar sin aspavientos cierto grado de compadreo. El mundo no es perfecto, y los políticos tampoco. Por ello, cuando el apaño de las colocaciones se mantiene dentro de unos límites, lo perdonamos. Pero cuando se sobrepasan esos límites, y cuando se hace con tanta pachorra, hay que cortar por lo sano. Y cortar por lo sano – resulta evidente – es mandar a los actuales responsables de vacaciones.

Rota es un pueblo de tradición poco brillante en este aspecto. Como todos sabemos, en la Base Naval (antaño primera fuente laboral) se conseguía un empleo por enchufe, no por méritos. Ahora que la Base no da trabajo, el ayuntamiento recoge la antorcha. No es de extrañar que el nivel de estudios universitarios de nuestra población sea muy inferior al que le correspondería por su renta (¿para qué estudiar, si aquí las cosas se consiguen con intrigas y no con esfuerzo?).
Y lo curioso es que la situación actual no indigna especialmente. Miento, sí que provoca indignación, pero sólo entre quienes no han conseguido un momio. Todo el mundo sabe lo que hay. Nadie se llama a engaño. Pero se actúa como si fuera, cuando menos, una incógnita. No creo haber visto en mi vida muchas cosas más absurdas que algunos debates sobre este asunto en la televisión local. Los de la oposición sabían que era cierto, los del gobierno sabían que era cierto, los espectadores sabían que era cierto; pero todos actuaban como si fuera un tema de posible discusión, y no una verdad casi científica.

Si quieren una conversación amarga, hablen con alguien que esté preparando unas oposiciones para alguna plaza del ayuntamiento de Rota. Absolutamente todos los candidatos sospechan que los puestos se hallan concedidos de antemano. No sé si serán completamente ciertas las sospechas, pero resulta una situación excepcionalmente triste, y equivale a colocar en el escudo de Rota, junto al eslogan de “Un balcón al mar”, otro que rece: “No future”.

Pese a lo que parece, no quiero acusar a todo el gobierno local. Me imagino que más de uno está deseando que lo manden a su casa. Ellos, mejor que nadie, saben cuán poco honorable es su situación. De hecho, ni siquiera creo que tengamos un acto de nepotismo masivo. Más bien se trata de un caso de relajación progresiva. Uno coloca a uno de la familia. El otro al muchacho éste del partido. El de más allá a un amigo con problemas. Y cuando se quieren dar cuenta tienen montada una rueda de intereses y de gente pidiendo favores que ni ellos mismos – me refiero a los del gobierno municipal – son capaces de atajar.
Por ello, ayudémosles. Las próximas elecciones, a casita.