Antonio Franco
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EL DEBATE
El encuentro había despertado expectación. No hay duda. El salón estaba a rebosar. Todos los asientos ocupados y gente de pie, apoyados en la pared para oír las diferentes opciones políticas que se presentaban a las elecciones. El formato era el que era. Cinco bloques de cuestiones recogidas en los diferentes programas electorales de las diferentes formaciones políticas. Allí estaban los siete candidatos, dando la cara, para explicar sus propuestas de gobierno. Frente a ellos, dispuestos en asamblea, la ciudadanía.
Situados estratégicamente, los seguidores del equipo de gobierno estaban a la espera de que las intervenciones acabaran para soltar sus preguntas preparadas de antemano en pequeño cónclave, a sus adversarios políticos. No buscaban aclaración a las propuestas formuladas, les daba igual el desarrollo del debate, buscaban humillar a los otros, a los que pretendían terminar con “su pan de cada día”. Las preguntas salían disparadas, cual saetas envenenadas, de las bocas, de los labios, de contratados de confianza, de concejales menguantes (como la luna), de vengativos militantes que no perdonan las ausencias y que pretendían humillar al ex compañero.
También hubo preguntas por la otra parte, que no parecían preparadas de antemano, dirigidas a los defensores del cetro. Estos se revolvían incómodos en sus incómodos asientos cuando era conocedores que las preguntas era para ser contestada por alguno de los dos. La “dama del castillo” respondía con un lacónico “sí lo se”, que recordaba la respuesta de Jesulín de Ubrique para definir su sentimiento en dos palabras ( im-presionante).
“Los defensores del título” se quejaban del estricto formato y pedían turno de réplica. Labor imposible. Hubiese llevado demasiado tiempo y se corría, además, el riesgo de que el micrófono hubiese acabado en el suelo en alguno de los pasamanos. Daba la impresión, al menos me la daba, de que no se sentían cómodos ante tanta igualdad.
Hubo también preguntas con sentido, sin “mala leche”. Me pareció que la única que le dirigieron al candidato de Izquierda Unida era razonable. Que la ciudadanía quiera saber cómo llevar a cabo las propuestas es lógico y democrático. La misma se la podía haber dirigido al líder de los dependientes (digo, independientes), que proclamó inversiones millonarias. Pero bueno.
Al final, cada uno proclamo vencedor al suyo. Si asistieron personas (que asistieron) independientes, ciudadanos que deseaban conocer las propuestas de los diferentes partidos y coaliciones que allí estaban, algunos conceptos les quedó medianamente claro. Bueno, al menos lo supongo.
Utilizo la tercera persona porque pretendo ser ecuánime en mi análisis. ¿O no? Estaba allí, pero era como si no hubiese estado. Me he transformado en espectador de un espectáculo en que yo mismo participaba. Es la licencia que te permite escribir artículos de opinión, que expresa lo que quieres y cómo quieres.
Salud.












El caballero de la armadura oxidada | Miércoles, 27 de Mayo de 2015 a las 19:14:26 horas
El juego sucio es tactica habitual de la derecha, ya lo hemos visto en muchos debates, como el protagonizado por Esperanza Aguirre y similares. En vez de dejar a la providencia que los ciudadanos independientes de verdad expusiesen sus dudas y preguntas, se acude al intento de boicotear el debate, con francotiradores apostados entre el publico con la insana intención de manipular el propio debate, con el proposito de enfangarlo y tirar al muñeco. Y es curioso porque mientras gobernaban ponian toda clase de impedimentos para que los ciudadanos pudiesen ejercer el mismo derecho en los plenos.LIF
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