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Sábado, 25 de Septiembre de 2010

Pedro Cardeñosa


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GRACIAS A MI JEFE




La vida nos depara sorpresas a la vuelta de cualquier esquina. El futuro, siempre incierto y cambiante se va forjando día a día con nuestras acciones del presente, que además solemos basar en experiencias del pasado. Nosotros mismos vamos cambiando a diario y no podemos decir que mañana seremos exactamente la misma persona que somos hoy. Puede variar nuestro modo de actuar y hasta nuestra personalidad, forjada a través del aprendizaje continuo.

Dice el sabio refranero que la vida es del color del cristal con que se mira, en clara alusión a que es nuestra propia actitud la que determina el afrontamiento, positivo o negativo, ante las dificultades que surgen. También Murphy, en sus famosas leyes, afirma que si algo puede salir mal, saldrá peor; tratando de explicar así que una actitud negativa siempre nos avocará al fracaso.

Hay quien habla de la mala suerte como una sombra que impregna a los gafes; y quien, ante un negocio bien hecho o un examen que resulta con buena nota, exclama: ¡Qué buena suerte!. Y es que, a veces, llamamos suerte al esfuerzo, a la dedicación y al empeño en hacer que algo nos salga bien. En definitiva, parece ser que actuar con un talante optimista y positivo atrae a la Suerte.

Esto es lo que me vino a confirmar mi amigo Ramón el día que me encontré con él en una calle de Rota. Lo vi radiante de felicidad. Parecía una de esas estatuillas de santos fosforescentes que colocan algunos sobre la mesita de noche para proteger su alma con el fulgor del bienaventurado. Todo él irradiaba una energía que transmitía a través de su sonrisa y del chisporroteo de unos ojillos que se abrieron hasta las cejas con la sorpresa del encuentro:

-    ¡Hola, Pedro!.
-    ¡Ramón! ¿Tú por aquí?. ¡Qué alegría! ¿Qué es de tu vida?. Hacía mucho tiempo que no te veía.
-    Pues sí, hacía mucho que no nos veíamos. Acabo de llegar a Rota,  esta misma tarde te iba a llamar para charlar un ratito.
-    Te veo fenomenal, chico. ¡Estás hecho un chaval!.
-    No me puedo quejar. La verdad es que me va muy bien. Creo que estoy pasando los mejores momentos de mi vida.
-    ¡Claro! Para ti cualquier momento de la vida es el mejor. ¡Siempre tan positivo! ¿Y qué fue de aquellos problemillas en el trabajo?.
-    Todo resuelto. Ahora además trabajo como autónomo en los ratos libres.
-    ¡No me digas!. Y ¿Qué tal te va?.
-    ¡Estupendamente!. Ya sabes que mi pasión es la informática. Pues ahora me dedico a programar y a mantener programas de algunas empresas de la ciudad. He desarrollado varias aplicaciones que están rompiendo el mercado.
-    Sí. Tú has sido siempre muy creativo e innovador. Pero, ¿Eso te da beneficios?.
-    ¡Hombre, claro!. Lo primero es que estoy haciendo lo que me gusta, además de que me permite desarrollar todas las ideas que tenía pendientes de llevar a cabo. Pero sobre todo, sabiendo gestionar al equipo humano...
-    Pero, ¿Es que tienes a alguien más trabajando contigo?.
-    Pues sí. Trabajo con cinco compañeros más que son los que programan las aplicaciones que yo mismo diseño. Formamos un buen equipo porque nos compenetramos muy bien. Así que estamos cogiendo mucho mercado porque realmente aportamos soluciones a las empresas.
-    Pero, entonces... no te quedará ni un momento libre para dedicarlo a la familia y a ti mismo ¿No?.
-    ¡Qué va!. Me sobra el tiempo. Es cuestión de saber organizarse. Ten en cuenta que hoy en día, con las nuevas tecnologías, el teletrabajo es una buena opción. Suelo hacerlo en casa, en esos ratos muertos en los que la familia está sesteando. Además procuro no dedicarle más de dos horas al día.
-    Me imagino que ya le habrás hecho el corte de mangas al jefe aquél que tenías que no te dejaba hacer nada que se saliese de la rutina de los formularios diarios ¿No?.
-    ¡Te equivocas!. ¡Todo se lo debo a él!.
-    No te entiendo...
-    Sí, hombre. Mi jefe es tan incompetente que creo que es un analfabeto emocional -refiriéndose al coeficiente de Inteligencia Emocional-. Eso me desmotivó tanto en la oficina que tuve que reconducir toda mi energía hacia alguna actividad que me devolviese la ilusión por desarrollar mis capacidades. Fue así como se me ocurrió la idea de crear este grupo de desarrollo de software. Además, al observar los continuos errores que cometía mi jefe con el equipo humano, he aprendido todo lo que NO se debe hacer si quieres mantener un equipo de gente competente que colabore contigo. Son cosas que, tal vez, no hubiese sabido si no me hubiese encontrado en la vida con él. Por eso, tengo que estarle muy agradecido.
-    Sin duda, eres la persona más positiva que he conocido.
-    ¡Psssch! Que tengo suerte...


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