Balsa Cirrito
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LOS MOROS
En occidente tenemos un grave problema con el mundo árabe y con el mundo musulmán. Durante muchos años hemos oído a la extrema derecha predecir una Europa invadida y subyugada por los moros, y muchos pensábamos que se trataba de una más de las múltiples jeremiadas del facherío de las que tanto nos reíamos. Sin embargo, estamos llegando a un momento en el que, al menos para un servidor de ustedes, sobran los motivos para que la sonrisa se nos hiele en los labios.
Y no hablo del siniestro Estado Islámico y de sus crímenes constantes contra cristianos o contra occidentales (que no son lo mismo, pues también hay cristianos árabes). Hablo de la generalizada enemiga que nos tienen declarada ante nuestra complacencia y, a veces, ante nuestra simpatía por sus despropósitos.
Los coptos de Egipto descienden de los faraones. Tanto es así que Champollion descifró los jeroglíficos de las pirámides partiendo de su antiquísimo idioma. Por supuesto, los coptos se hallaban en Egipto mucho antes de que llegaran los árabes y de que el Islam se adueñara del norte de África. Pero los coptos son cristianos y viven permanentemente acosados por los musulmanes dentro de su propio país.
Los coptos son asesinados a menudo con la misma impunidad con la que en EEUU se colgaba a un negro en el Mississippi de principios del siglo pasado. Sus iglesias son quemadas por decenas ante la pasividad de las autoridades. Pese a que forman una minoría importante, en torno a los 11 millones de personas, sufren leyes absolutamente discriminatorias que los condenan a ser ciudadanos de segunda categoría frente a los egipcios de religión musulmana.
Hasta el día de hoy no he visto manifestaciones a favor de los coptos en las ciudades europeas ni he visto que se inunde internet con llamadas de solidaridad con este pueblo tan maltratado ni nadie ha pedido el boicot a los productos egipcios. Por supuesto, esta situación contrasta con las que vimos el pasado verano con respecto a los palestinos. Un territorio (Palestina) gobernado por una banda terrorista, Hamas, que, para hacernos un equivalente, vendría a ser como un gobierno de ETA, pero cien veces peor; unos palestinos que provocan deliberadamente la muerte de su gente, a la que utiliza no ya como escudos humanos, sino directamente como víctimas propiciatorias (youtube está inundado de imágenes sobre ello), un pueblo, el palestino, que no voy a decir que merece la suerte que corre porque sería demasiado cruel, pero sí que ha tenido decenas de oportunidades para arreglar su situación y convertirse en un país normal y que las ha arrojado por la borda con su radical intransigencia. Sin embargo, legiones de bienintencionados europeos se lanzan a la defensa del salvajismo de Hamas y en contra de la democracia israelí.
Permítanme que me detenga en este punto. Durante el último conflicto palestino-israelí se produjo una situación que probablemente sea inédita en la historia universal. Cuando atacaba Israel, algunas de sus máximas preocupaciones, de los israelíes, eran la de evitar víctimas civiles palestinas, que los mismos palestinos tuvieran atención médica, que no les faltara suministro eléctrico (en el momento en que los israelíes quisieran, los palestinos se habrían quedado sin luz) y, en general, que no se deterioraran demasiado sus condiciones de vida. Frente a ello, la máxima aspiración del gobierno palestino de Hamas era que hubiese muchas víctimas civiles de su propio pueblo, que los suyos pasasen hambre, que los hospitales no tuvieran medios y que su vida, la de su gente, fuera un infierno. Si alguien conoce un caso semejante que me lo cuente. Que me lo cuente, ya que ante esta situación, buena parte de los progresistas europeos apoyaban a Hamas (que, además, había comenzado la guerra) frente a Israel.
Por no sé que esquizofrénica razón, en Europa la mayoría de la gente de izquierda simpatiza con los palestinos de Hamás, un estado terrorista, dictatorial, teocrático, machista, corrupto hasta extremos barcenescos, lleno de fanáticos, sin respeto a la ley (salvo, a veces, a la islámica), con una estructura social propia del feudalismo, donde cualquier disidente es sencillamente ejecutado en medio de la calle sin juicio previo… Frente a ellos se halla Israel, un estado democrático, moderno, donde los árabes musulmanes viven mejor que en ningún otro país árabe, culto, con un número de premios Nobel que en su corta historia multiplica por diez o veinte los obtenidos por España (teniendo ellos una población mucho menor), donde hay disidentes y donde numerosas personas se manifiestan contra su gobierno y contra sus políticas con respecto a los palestinos, donde existe la autocrítica y donde las mujeres han sido y son tan importantes que han tenido una de las primeras presidentas de gobierno femeninas del mundo, Golda Meir; un país, en fin, donde han desarrollado las experiencias socialistas más interesantes y exitosas de la historia, los kibutz y los moshav… Sin embargo, ya digo, debe tratarse de algún tipo de esquizofrenia, porque el europeo de izquierdas medio simpatiza con quien en toda lógica no debería simpatizar. (Yo soy europeo y aproximadamente de izquierdas y simpatizo con quien está más cerca de mis ideas. O sea, Israel.)
Lo peor de todo es que todas estas personas que congenian con los palestinos o que justifican las enormidades islámicas demuestran un gigantesco racismo contra los mismos a quienes dicen apoyar. Vargas Llosa suele afirmar que los europeos alaban en Latinoamérica situaciones que no soportarían en Europa. Con respecto al mundo árabe habría que multiplicar esa frase por cien, por mil, por un millón. Y es, digo, una actitud racista porque parece que los bienintencionados europeos consideran a los árabes como a unos niños tarados, incapaces de comportarse debidamente; parecen decir que hay que perdonarles sus cosas y no juzgarles muy severamente porque, después de todo, no son muy civilizados ni cultos y sus países son un desastre. Pues no. Una barbaridad es igual de reprobable en Suecia que en Yemen.
Y que no se piense que está todo perdido. Los árabes, los musulmanes, no son más tontos ni menos inteligentes ni menos capaces que los europeos. El Corán en sí, me parece tan respetable como La Biblia. A decir verdad, como español, fuera de los italianos y los portugueses, no creo que haya naturales de ninguna nación con la que tengamos tanto en común como con los marroquíes, especialmente en lo que se refiere al carácter. Un marroquí que sepa hablar español me resulta mucho más cercano que el 90% de los nativos de los países de la Unión Europea en la misma circunstancia. Y, desde luego, los marroquíes me caen más simpáticos que los polacos o los letones, por poner un par de ejemplos.
¿Qué debemos hacer, entonces? Muy sencillo. No transigir. No justificarlos. La mayor desgracia que tienen los palestinos son los amigos del pueblo palestino. Si no fuera por ellos hace decenios que su problema estaría solucionado. Pues lo mismo con los árabes/musulmanes. Tratémoslos como iguales, como adultos. Y hagámosles saber que, como cualquier adulto, también ellos tienen sus responsabilidades. Sudáfrica estuvo durante muchos años sin poder acudir a unos Juegos Olímpicos porque el resto del mundo decidió que no los aceptaría mientras existiera el apartheid. En Arabia Saudí, por decir un país, las mujeres no pueden viajar solas ni conducir un coche. Discriminaciones incluso peores que las que sufrían los negros en Sudáfrica. Sin embargo, nadie plantea prohibir a los saudíes que acudan a unos Juegos.
Los árabes/musulmanes deben hacer autocrítica. Y también deben reconocer su inferioridad cultural, social, política y económica. No pasa nada por ello y en España es algo de lo que sabemos bastante. Muchos de los españoles que más admiramos ahora, de nuestros compatriotas que más contribuyeron a disminuir nuestra desventaja con respecto a otros países europeos, eran españoles que precisamente reconocían que estábamos atrasados. Y eran los ilustrados, los afrancesados, los liberales, los regeneracionistas, los primeros republicanos… Que tengan los árabes su ilustración, su krausismo, su generación del 98, sus demócratas. Entonces empezaremos a respetarlos.












El viejito l´acordeón | Sábado, 13 de Diciembre de 2014 a las 09:16:15 horas
Sr. Cirrito:
Cada vez que se pone a escribir es para temerle. Quizá hoy pueda tener algo de razón en hablar del fanatismo musulmán, de lo peligroso que es, incluso para sus mismos pueblos,... pero de eso a defender las salvajadas de los sionistas en base a una cierta proximidad cultural, ¡Ya le vale!
En cuanto a calificar de inferioridad cultural la civilización árabe adolece de una falta de respeto rayana con el fascismo. Tampoco está mal que se encomiende al señor Vargas Llosa, tan buen escritor como incoherente en su pensamiento.
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