Balsa Cirrito
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¡QUÉ BONITA ES BADALONA!
Probablemente si hay un asunto en el que el Partido Popular maneja sólidas razones es el de los nacionalismos. De la misma forma, si hay un asunto en el que el Partido Popular actúa con extraordinaria torpeza, es también el de los nacionalismos.
A menudo tengo la sensación de que en la derecha española no se han dado cuenta dónde se juega el partido. Con una regularidad digna de mejor empeño, las actitudes, declaraciones y actos del PP consiguen que los independentistas recluten nuevos incautos, perdón, adeptos, y su estrategia, con una triste frecuencia, parece diseñada por los iluminados de Esquerra Republicana.
Y esto no son opiniones volanderas. Ezquerra Republicana de Catalunya era un partido que rondaba el diez por ciento de los votos, y su líder, Carod Rovira era tan conocido como Los Chichos en Corea del Norte. Pero bastaron unos comentarios de Aznar sobre una presunta colusión de Carod con ETA para convertirlo en una especie de héroe del seny. Resultado: en las elecciones siguientes Ezquerra dobló sus votos. El reciente recurso de inconstitucionalidad del Estatuto Catalán que presentó el PP parece que va a conseguir efectos similares: las últimas encuestas apuntan a un recrudecimiento del independentismo.
Sin embargo, la situación es bien sencilla. En España, nos guste o no, existe un número apreciable de ciudadanos que no quieren ser españoles. No se les puede ni fusilar, ni lobotomizar, ni españolizar por decreto. Habría que convencerlos. Pero como quiera que el nacionalismo no se distingue precisamente por la finura intelectual, la opción más viable es la de desactivarlo. Minimizarlo. Reducirlo. Quitarle chicha. Domesticarlo. Lo que no se puede, y ahí reside el error del PP, es desafiar a los independentistas a un duelo de a ver quién es más burro. O tal vez debería decir burra. La respuesta de la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, a la prohibición de las corridas de toros en Cataluña ha sido declararlas patrimonio cultural de su comunidad. Por mucho que lo piense no se me puede ocurrir una actitud más torpe y más favorable a los deseos de los independentistas. Puede que le proporcione algún voto en su comunidad, pero seguro que perjudica enormemente a su partido en tierras catalanas. Muy probablemente, incluso los catalanes a los que molestó la decisión de su parlamento, han visto la actitud de la presidenta madrileña como un insulto a Catalunya.
Básicamente se trata de decidir qué queremos. Si queremos vencer o queremos darle gusto a la lengua. Decidir si somos inteligentes o somos bocazas. Si queremos jugar o queremos ganar. Si lo que queremos es ganar, la táctica de los populares resulta, llamémosla así, notablemente espesa. En Rota, sin ir más lejos, hemos vivido algunos episodios en los que lo que se juzgaba desprecio foráneo provocaba una oleada de nacionalismo roteñí. Recuerdo varios episodios de reportajes de periódicos o de revistas nacionales sobre nuestra ciudad que terminaron en boicot – quioscos de prensa incluidos – a esas publicaciones. Publicaciones que decían en sus artículos cosas bien ciertas (por ejemplo, se referían al notabilísimo número de prostitutas que había entonces en Rota), pero que nuestros paisanos percibían como un intolerable insulto forastero. Pues en Cataluña, algo parecido.
Hay gente que se sorprende de que, pese a sus muchas corrupciones, el PP valenciano siga siendo el partido favorito de los habitantes de esa comunidad. Y no se dan cuenta de que el motivo real de las victorias peperas en Valencia es su anticatalanismo. Nadie en España es tan anticatalán como un valenciano. ¿Y por qué? Pues porque los independentistas de Cataluña actúan con respecto a Valencia con unos modos que se aproximan a los que el propio PP emplea en Cataluña.
Creo que se me entiende.
Aunque puede que yo esté muy equivocado. A veces se me ocurre una idea extravagante. El PSOE y el PP se han puesto de acuerdo en Cataluña. Y practican la táctica de poli bueno-poli malo. Si así fuera, los dos partidos sobreactúan mucho. Me he referido a que el PP se excedía de malo. Pero también es cierto que el PSOE se pasa tres pueblos de bueno.












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