Balsa Cirrito
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DIEZ CAMBIOS QUE CAMBIARON EL MUNDO Y LO DEJARON CAMBIADO, MUY CAMBIADO
Creo que en alguna ocasión me he referido a lo que no sé si se llama (y que en todo caso debería llamarse) proceso de aceleración de la historia. Es decir, un individuo nacido en el siglo VII es trasladado por un proceso mágico al siglo – pongamos por ejemplo – XI y, descontando que no se iba a topar con ningún conocido y que algún detallito de la decoración de las iglesias le iba a parecer raro, el dicho individuo casi no se daría cuenta que lo hemos movido cuatrocientos años en el tiempo. En la actualidad, hacemos lo mismo con un tipo del año 2001, lo traemos al presente y se daría cuenta a los dos minutos que algo extraño ha ocurrido. Esto es, cada vez, en el mundo, las transformaciones se producen a mayor velocidad.
Con frecuencia en mis clases en el instituto refiero a los alumnos las diferencias de mis tiempos del colegio o del instituto con los suyos. A ellas vamos. Y no voy a mencionar lo muy evidente como los avances electrónicos, la condición de la mujer o al hecho de que ya no se puede fumar ni en la fábrica de tabaco. Vamos a repasar algunos asuntos menos perceptibles pero no por ello menos importantes. Son diez pero, por supuesto, podríamos ampliar la lista mucho más.
1- El pan. Recuerdo que en Rota había una buena cantidad de panaderías, bastantes más que ahora. Estas panaderías horneaban el pan sólo una vez al día, lo cual hacía que se esforzasen en que su pan fuera de larga duración. Pero, sobre todo, la gran diferencia era que, pese a que entonces apenas existían boutiques del pan y a que todo el pan era de harina de trigo (la mayor extravagancia que encontrábamos era algún lugar que vendía pan integral), pese a todo ello, digo, el pan de cada panadería era radicalmente distinto al de las otras. Uno podía distinguir sin mucho esfuerzo a qué tahona pertenecía ésta o aquella viena, algo que resulta más complicado en la actualidad y que, en realidad, tampoco tiene mucho sentido ya que la masa congelada de un lugar o de otro se parecen como un huevo a otro huevo.
2 – Los dientes. Cuando uno ve una película de más de treinta años de antigüedad, lo primero que llama la atención de los rostros son las terribles dentaduras que lucen los actores. Y cuanto más antigua la película, peor. Dientes ennegrecidos, deformes, saltones y desiguales. Estos que cito no son de mis tiempos, pero valen como ejemplo: los dientes de Humphrey Bogart, que parece que tienen oleaje, o la dentadura carbonizada de Clark Gable en sus últimas películas, digamos, en La esclava libre, que creeríamos rescatada de un incendio. Hoy, gracias a los adelantos en odontología y al saqueo de nuestras cuentas corrientes, casi todo el mundo luce dentaduras soportables. ¿Qué digo soportables? Maravillosas de todo punto, especialmente las cantantes pop, tanto es así que casi no les miramos la minifalda, sino la sonrisa.
3 – Los tatuajes. Cuando yo tenía dieciocho años nunca se me habría ocurrido pelearme en una discoteca con un tipo que llevara tatuajes (en realidad tampoco me habría atrevido con uno que no llevara, pero vale). Un individuo tatuado era entonces o marino, o expresidiario o legionario, categorías las tres muy chungas para liarse a mamporros. Hoy, en cambio, un tipo tatuado es un metrosexual, un aprendiz de David Beckham que no tiene ni media bofetada.
4- Los italianos y los franceses. Hoy, todo lo que nos llega de fuera es anglosajón. Durante mi adolescencia cantante masculino extranjero significaba cantante italiano. Giacobbe, Cocciante, Al Bano, Fausto Tozzi, Gianni Bella, Pino d´Angió, Nicola di Bari, Claudio Baglioni, Lucio Battisti, Lucio Dalla… una legión. Y eso, sin contar las tías que no eran pocas. Carra, Romina, Las hermanas Goggi, Iva, ¡Sabrina!... Y en cuanto a los franchutes, bueno, los gabachos entonces tenían mucho prestigio (falta saber dónde lo han perdido). Sus libros eran los que principalmente leíamos. Escritor francés equivalía a escritor universal, con repercusión urbi et orbi.
5- Las expresiones de amor. Aunque ahora parezca mentira, los padres españoles anteriores a la irrupción de los culebrones hispanoamericanos apenas dedicaban expresiones cariñosas a sus hijos. Éramos recios y sobrios en nuestros afectos. Sin embargo, la influencia de los culebrones con su miel y su dulzura de sí mi amol, se ha infiltrado incluso entre quienes no ven los culebrones. Se trata de todas maneras, digámoslo con claridad, de un influjo positivo. Bien es cierto que, como suele ocurrir, en España nos lo hemos tomado demasiado a pecho, y a menudo nos pasamos con la nota suavessita. Lo digo porque últimamente me ha ocurrido que en varios comercios donde he entrado a comprar me pregunten, ¿qué quieres, cariño? La última vez fue en El Puerto de Santa María. La dependienta era guapa y lucía un escote como el balcón de un palacio. Me quedé un poco aturdido y la mujer repitió: ¿qué quieres cariño? La miré con frialdad de pistolero (frialdad que yo no sentía en absoluto) y le dije: “¿Cariño? No recuerdo cuando fue lo nuestro”. Lamentablemente no se río y estuvo muy seca a partir de ahí. Incluso juraría que se echó el escote para arriba.
6- Las maquinillas de afeitar. Cuando yo empecé a rasurarme lo hacía con las primeras Gillete desechables que salieron. Tenían una sola hoja e, inevitablemente, terminabas por arañarte la cara. Hasta el más hábil dedicaba al afeitado unos siete u ocho minutos de media, pues había que realizarlo con cuidado y, muy curioso, utilizando las dos manos: una para estirar la piel, la otra para la maquinilla. Esta mañana – lo he cronometrado – he tardado en afeitarme un minuto y treinta segundos y no me he hecho ni un rasguño. Desde luego no tienen microchips, pero las maquinillas modernas, con sus dos o tres hojas y el gel suavizante, son la leche.
7- Los rodillos de los teléfonos. Sí señor, parece mentira hoy, viendo esos armatostes antiguos en las películas que lográramos marcar un número por sencillo que fuera. ¡Y lo fácilmente que se atascaban!
8- El punto de cocción. Si nos llevaran por arte de ensalmo a un restaurante de 1979, la comida nos parecería intolerablemente pasada. Lo que antes se guisaba en una hora en la actualidad se prepara en veinte minutos y nuestros paladares se han hecho a ello. Aunque también es cierto que antes casi todos los cocineros cocinaban prácticamente de la misma forma y ahora – lo digo sin ironía – los fogones están llenos de artistas.
9- La cantidad de ropa. Nuestros armarios en la actualidad soportan un peso de prendas de vestir diez o doce veces superior al de mi infancia o adolescencia. Yo llegue a conocer la costumbre de la ropa de los domingos, y recuerdo mi escándalo porque en una ocasión un amigo trató de ponerse un día de fiesta un pantalón vaquero (desde luego, los padres no lo permitieron). Equivocadamente, se atribuye el hecho de que ahora tengamos mucha ropa al ascenso del nivel de vida. Digo equivocadamente porque creo que la razón son los precios. Nada ha tenido una inflación tan baja en todos estos años como las prendas de vestir, supongo que gracias a los trabajadores del sureste asiático. Es más, me atrevo a afirmar que con el mismo dinero con el que compraba en 1980 una camisa o un pantalón de cierta calidad, podríamos seguir comprándolos ahora (cambiando pesetas en euros, claro). No existe ningún otro producto con el podamos decir algo semejante (salvo los vídeos VHS).
10- (Termino con un poco de rollito nostálgico.) Las casetas de la playa. Hace unos días un familiar me envió un DVD en el que había pasado a formato digital una película antigua de 8 mm. La película estaba rodada – calculo - en 1975 o 1976 y se veía la playa de Rota. Y en la playa, guau, ¡las casetas! ¡Qué chulas eran! ¡Y qué decir de aquellos sombrajos que recorrían como una ceja todo el perímetro de la playa! Y, por cierto, ¡qué vacía se veía la playa! Puede que las imágenes fueran tomadas en un día entre semana, pero, pese a lo que creíamos recordar, entonces las playas estaban casi desiertas, al menos para los parámetros actuales. Siempre nos han dicho que quitar las casetas fue una gran idea y una gran conquista. Viendo estas imágenes antiguas no estoy tan seguro.
Hasta aquí llego (y creo que me he extendido bastante, seguro que demasiado). Por supuesto, la lista se podría ampliar…












HH | Domingo, 29 de Diciembre de 2013 a las 21:49:10 horas
Tan genial como siempre. Que tengas un feliz año Nuevo.
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